En la segunda parte de mi relato, Robert trajo a un chaval a la cama para que me follara mientras él observaba. Luego, según sus planes, lo harían entre los dos. El juego se estaba tornando de peligroso. Mi integridad parecía correr peligro. Pero por extraño que parezca, yo no podía parar. Quería seguir adelante, quería más. También quería tomar venganza. Robert no se escaparía sin que yo tomase el control. Lo haría pagar…
Capítulo III
– Bien – dije resignada, sabiendo que no tenía opción – ven acá George. – Le arranqué la chamarra, besándolo fuerte en los labios. Le desabroché el pantalón y lo dejé solo con el bóxer. Él, ya excitado, me quita el vestido, empujándome contra la cama. Me besó por todo el cuerpo, me aprieta las tetas y las chupa hasta hacerlas que me dolieran. Pero no me importó, lo dejé seguir.
Rodamos en la cama, hasta que me senté para desvestirlo por completo. Le chupé la polla con fuerza, gritándole que no podía acabar en mi boca. Al pobre chico le faltó poco para llorar. Me lanzó otra vez con fuerza sobre la cama, me lamió la vagina y se comió todo el chocolate. Cuando ya no quedaba más, fue subiendo para penetrarme, pero lo detuve.
-Tu primera vez va a ser de tres muñeco- le susurré.- Vamos a cambiar las reglas del juego.
Ahora mando yo
Invité a Robert a participar, jalándolo por la corbata. -No esperaba menos de ti- dijo él, satisfecho.
-No estoy segura de que estés listo para lo que viene- le respondí- Tal vez te duela un poco.
Se desvistió tan rápido como pudo. Mientras tanto, George estaba agonizante. La verdad no sé cómo hizo para soportar tanto tiempo sin acabar.
Robert estaba durito y dejé que me penetrara. Cuando estaba por acabar, lo saqué con fuerza. Yo sabía que seguro me haría pagar esta impertinencia más adelante, pero no mi importaba. Mi venganza ya estaba en camino.
-Ahora quiero que se la mames a George- ordené. Los dos se vieron atónitos, no parecían entender mis palabras. – ¿Quieren comer aquí? – dije mientras señalaba mi sexo lampiño, que todavía conservaba los restos de los bombones de chocolate.- Deben hacer lo que diga, cuándo lo diga.
Enfaticé cada una de las palabras. Antes de que Robert pudiese reaccionar, alcancé el látigo y lo golpeé
-¡Hazlo!.- volví a ordenar. Sin demasiada resistencia (ya sospechaba yo que él lo disfrutaría) se arrodilló ante George, quien seguía con la verga dura y no sabía muy bien como reaccionar. -Mámaselo, hasta que acabe.- Hizo un pequeño amago de protesta, pero dos nuevos latigazos sobre su espalda lo hicieron cambiar de opinión.
Ahora que lo pienso, Robert pudo haberse resistido, arrebatarme el látigo y someterme allí mismo. Yo simplemente le había dado una excusa, había preparado el escenario para que pudiese dar rienda suelta a la más sucia de sus fantasías. Pero ante sus ojos, los míos y los de George, todo fue porque «yo lo obligué».
Dulce néctar de la vida
George tenía demasiado tiempo con la leche contenida, por lo que a la tercera succión de Robert, se desparramó todo dentro de su boca. Aún así, mi «dominador» no dejaba de chupar. Parecía que estaba dispuesto a dejarlo seco.
Pero aquel era un chaval de 19 años, en buena forma física. A pesar de los litros derramados, su equipo seguía allí, firme. Robert por fin quedó satisfecho. Con la cara llena de semen, se excusó conmigo para ir al baño a lavarse. Por un momento temí que fuese a intentar alguna estupidez, pero yo sabía que lo había disfrutado. Mientras, George me miraba con ganas de comerme.
-Tranquilo, tigre!- dije para calmarlo.
Mi venganza: segunda parte
Robert salió del baño después de pocos segundos con la cara limpia. Su rostro denotaba todavía algo de desconcierto, pero estaba claro que dejaría que yo hiciera todo lo que quisiera, sin oponerse.
-Ahora- me dirigí a George- dale duro por ese culo.
George intentó protestar, pero un fuerte latigazo sobre su pecho se lo impidió. Robert, manso como un corderito, se puso en cuatro patas sobre la cama, expectante para ser «sodomizado» por primera vez en su vida. No tuvo que esperar mucho.
Ambos gritaron con la primera penetración. Emitieron un sonido tan estridente que probablemente se escuchó en todo el hotel. George llevaba adelante y atrás sus 23 centímetros de potencia sin ninguna delicadeza. Pero Robert lo disfrutaba. Sus lágrimas se confundían entre gemidos de placer.
Para no quedarme como simple espectadora, me metí bajo Robert y reanimé su avergonzada polla. Estaba escondida entre las bolas, incrédula ante lo que estaba ocurriendo. No me tomó mucho tiempo en ponerla grande y dura. La chupé con fuerza. Robert acabó dentro de mi boca al mismo tiempo que George lo hacía entre sus glúteos.
Misión cumplida
Nos quedamos los tres dormidos hasta la mañana. Había sido una jornada muy extenuante. Pero placentera. Yo me desperté antes que ellos. Me vestí en silencio y me fui, dejándolos solos para que hicieran lo que quisieran. Mi venganza sería la nueva forma de vida para Robert y George.
Mientras tomaba ordenaba un taxi en la recepción del hotel, deseé para mis adentros que fueran felices. Lo que no sospechaba en ese momento es que mi futuro con este par me depararía más sorpresas (y una nueva venganza).
¿Quieres enterarte de todo lo que ha ocurrido en esta historia? No te pierdas la primera parte de Puta de Profesión, pura de corazón: Conociendo a Robert
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