En la primera parte de Puta de Profesión, pura de corazón, les relaté mi encuentro inicial con Robert. Primer hombre que consigue hacer conmigo lo que quiere. Ahora me toca asumir las consecuencias de mis actos…
Capítulo II
Yo solo lo veía entre excitada y asustada, porque de verdad estaba convencida en obedecerlo. ¿En qué pensaba? Cuando llegue a ese hotel, yo juraba que tenía el control. Pero resultó que al aceptar aquel encuentro, ya no tenía poder sobre mí misma. Lo peor que me gustaba. Me excitaba.
Respondí bajito, casi que para mi que sí. -Buena niña, mi muñeca- aprobó él.- Ven, te voy a complacer un poquito para que no creas que soy tan malo.
Me agarró con fuerzas por las nalgas, me besó la panza y los senos. Hasta que sentí su lengua hasta el fondo de mi vagina. Pensé que me iba a desarmar. ¡Qué hombre tan sexy! En segundos ya yo estaba sometida a lo que quisiera. Estaba tan extasiada que no me di cuenta lo duro que estaba hasta que me sentó con mucha fuerza sobre su polla. Tan duro que no sabía si me dolía o me extasiaba. ¿Eran las dos cosas?
Sangre, sudor y ganas
Me besó ferozmente por todos lados, procurando no hacerlo en la boca. Yo estaba tan excitada que no lo percibí. Me empujé hacia atrás para que me besará los senos. Entendió lo que quería y rápido me complació. Sus besos tenían tanta fuerza que rompió levemente uno de mis senos. Yo gemí de dolor, él lamió toda la sangre con su lengua.
Luego se levantó conmigo encajada y caminó hasta la ducha. ¿Cómo lo hizo? ¿Estaba con Superman? Sentí el agua tibia cayendo en mi espalda, me recostó del asiento del cuarto de baño y me dio durísimo contra la pared.
Me ordenó que lo apretara con las piernas y que me agarrara duro. Que si me caía me iba a dar una lección y sufriría las consecuencias. Dejó se sujetarme por lo que quedé sostenida solo a su miembro. Esto pareció excitarlo a tal nivel, que olvidó que me estaba dando órdenes. Volvió a sujetarme con fuerzas por las nalgas y me cogió lo más duro que pudo, acabando dentro de mi. Su leche chorreó por mis piernas hasta el piso.
El que manda
Yo pensaba inocentemente que había retomado el control. Aún con él dentro de mi le mordí una oreja. Instantáneamente me soltó y me dio otra bofetada. -No olvides que aquí el que manda soy yo. – Sus labios dibujaron una sonrisa mitad pícara, mitad malévola. – Te sale castigo.
-¿Más castigo? – alcancé a decir.
Ordenó que me volteara. Él me agarró las tetas duro desde atrás, bajo sus manos hasta las mías y me obligó a agarrarme de las llaves de la ducha.
-Ahora asume tus consecuencias muñeca.- No me dio ni chance de respirar. Sentí toda su polla hasta el fondo del culo. Un dolor me recorrió desde la punta de mis pies hasta el último de mis cabellos. Por miedo no grité, solo me sujeté.
Tal vez dirán que estoy loca, pero me gustó. Nunca nadie me había follado como él en toda mi vida. Y estaba segura que más nadie podría hacerlo igual. Se volvió a correr dentro de mi al menos dos veces más. Tenía más aguante que un toro. ¡Era todo un semental!
Pausa
Al terminar me ordenó salirme de la ducha. Se bañó, luego dispuso que yo que hiciera lo propio porque la siguiente parada sería el jacuzzi. Mientras yo me aseaba e intentaba recomponerme bajo el agua, salió del baño, me dejo una bolsa y se llevó toda mi ropa.
Había un diminuto traje de baño. Una prenda exquisita. Robert no solo era una bestia en el sexo. También tenía un excelente gusto. ¿Qué más se le puede pedir a un hombre? Me lo puse y en efecto, era a mi medida. Estaba un poco adolorida, pero ahora es que me faltaba día. Así que me retoque en el lavamanos y salí sumisa a seguir las siguientes ordenes.
Lo encontré medio dormido en el agua, completamente desnudo. Se veía como un adonis. En lo que me sintió, me ordenó quitarme la parte de abajo del traje de baño y sentarme detrás de él, como sosteniendo su cabeza.
Más consecuencias
Ese hombre era tan divino, que yo como idiota hacía todo lo que me ordenaba. En lo que me senté, se hundió en el agua y se giró. Al regresar a la superficie metió su lengua directo en mi vagina. Me lamió cuanto quiso. Luego me besó los muslos, la entrepierna, las tetas y el cuello.
De repente sin previo aviso se levantó con la polla totalmente dura y me ordenó mamársela hasta que me dijera que me detuviese. Sentí que estaba a punto de acabar cuando con brusquedad me levantó y me encajó en su pelvis, clavándome a su pene con fuerza.
Segunda pausa: sabor a chocolate
Me ordenó que me volviera a bañar, que ya íbamos a subir a la habitación. Obedecí. Al salir, tenía mi vestido sobre la banca y dos bombones de chocolate con una nota: «debes colocar los bombones en tu vagina, yo me los quiero comer apenas abra la puerta de la habitación».
Me dio gracia la petición y lo hice. Obvio que al introducir los bombones casi tengo un orgasmo yo sola. ¡Qué sensación tan divina! Los metí bien adentro para que solo con su pene o lengua los pudiese sacar.
Cuando fui a buscarlo al jacuzzi, solo estaba un camarero con una nota. – Perdón señorita – se disculpó el mozo – el señor le dejó esta nota. – Agarré el papel y leí la nueva orden que tenía para mi: «Te alcanzo, está lista para mi sino te sale castigo y nuevas consecuencias. Arriba tienes lo necesario para arreglarte. Te dejé una sorpresa. Vuelvo en una hora»
El paraíso o el infierno
En la habitación había cualquier cantidad de juguetes eróticos. Entre ellos, un pene que parecía el molde del de Robert. También látigos, arneses, lenceria sexy, de todo. Una fuente de chocolate, flores.
En el armario habían vestidos para mi. Desde formales a informales, eso me preocupó. ¿Que quería este hombre? ¿Tenerte siempre? «Tienes que asumir las consecuencias de tus actos», me dije.
Me senté en la cama, entre desilusionada y angustiada, cuando sentí un liquido que se corría de mi. Se me habían olvidado los bombones. Me levanté rápido para no manchar la cama y estar lista para lo que él quisiera. Esperé por media hora fastidiada, porque no podía ni acostarme por el regalo que había en mi interior. Debía estar caminando y con cuidado de no chorrear nada.
¿Sorpresa?
Al fin sentí la puerta. Era él, pero no estaba solo. Dios, ¡que pena! Intenté recoger todos aquellos juguetes. – Muñeca, ven acá -una nueva orden. Con toda la vergüenza del mundo salí. Colocó el dedo índice sobre su mejilla para que le diera un beso, a lo que yo fui como cordero al matadero de lo más obediente.
-Muñeca, te presento a un amigo – dijo, señalando al extraño que lo acompañaba. – Él es George. Es virgen y le prometí que lo ayudaría con eso. Así que yo me voy a sentar a ver y tú lo vas a ayudar. – Estaba estupefacta, no sabía que decir. – ¿Hiciste lo del chocolate que te deje? eso es para él.
Abrí los ojos horrorizada, le respondí que aquello no era parte del trato. Robert, muy tranquilo, me respondió que yo era suya por 24 horas y que ya había pagado.
– A mi me excita ver y como no quiero que tú te expongas a alguien que no sea de mi confianza, busqué a George que aceptó follarte frente a mi, porque a él también le voy a pagar por eso.-¿Era aquello una disculpa?- Él debe follarte frente a mi, luego ver como yo te follo y luego los tres y punto. No estoy negociando. -Definitivamente no era una disculpa. –Bueno George, haz lo tuyo. Voy a servir tragos para los tres.
Continuará…
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