A veces la vida no te da tantas opciones como solemos creer. Mucha gente vive diciendo que las oportunidades están pero que no las vemos. Ese no es mi caso. Yo no tuve ni medio instante para pensar que quería para mi. Además, sinceramente creo que esto de ser puta me encanta tanto, que no lo dejaría.
Todos los días una polla distinta, sabores y sensaciones nuevas porque eso sí, yo no soy barata. Soy exclusiva, por tanto mi público no es cualquiera, sino el que pueda pagar. Es una relación de mutua confidencialidad. Yo guardo sus secretos y gustos «exóticos». Ellos guardan mi rostro en lo más hondo de su memoria.
Una vida «normal»
Estudio como cualquier otra chica de mi edad. Durante el día vivo mi vida libre y resuelta. Mi «profesión» me permite pagarme todos mis gustos y estudiar o hacer lo que quiera con mi vida. Ahora solo tomo clases de diseño, porque me apasiona dibujar. No sé si más que fornicar, pero me gusta.
Les voy a contar un día en mi vida, quien quita y quieran probar… Me levanto temprano, preparo la bañera con agua tibia para que mi cuerpo se relaje. Desayuno una suculenta comida balanceada con frutas, café y panqueques. Me fascinan las fresas, que su sabor resbale por mi boca solas o cubiertas de chocolate. En mi nevera no pueden faltar y en mis citas menos.
Salgo luego a mis clases, hasta el mediodía donde ya tengo establecida y confirmada mi agenda de la noche. Normalmente una de mis exigencias es almorzar de manera casual con el cliente, para definir gustos y «cronograma de actividades». Esto me permite de paso deleitarme imaginando el tamaño de lo que voy a disfrutar en la noche. Suelo exigir almorzar en el hotel cinco estrellas donde nos veremos más tarde. No pido menos de eso.
La vida es sencilla, solo que el ser humano y su «moralismo» la complica. Es como una esfera de satisfacciones para mi, con sus altas y bajas. Pero siempre extasiante, lleno de una vibra que me recorre desde la punta de los pies, a mis tetas, mi vagina, mis nalgas, mi cuello. Toda yo, mejor dicho.
No cualquier puta
Mi nuevo cliente es Robert. Abogado colombiano contratado por una gran firma madrileña. Es un hombre bello, de 1,80 metros de alto, moreno, ojos miel, musculatura amplia, cabello castaño oscuro lacio y con un bulto que según mi experiencia, no debe medir menos de 23 cm en acción. Todo un caramelo. Por este tipo de cosas me gusta conocerlos antes. Yo soy discreta pero tampoco una insensible que «trabaja» con cualquier bicho. Para un «buen trabajo» debe haber buen gusto.
No suelo repetir hoteles. Incluso en ocasiones, dependiendo del cliente, los encuentros son fuera de la ciudad, por su reputación y la mía. No pueden verme en cualquier antro de mala muerte. Lo mío es clase y buen gusto. No soy cualquier puta.
Detalles que enamoran
Robert, mi cliente de turno, decidió sorprenderme con flores a mi llegada a la recepción. Cuando pregunté por el restaurante de la piscina anunciando que tenía una cita para almorzar, la encargada me preguntó mi nombre y me entregó un ramo de tulipanes bellísimo con una nota que decía: «Si quieres adelantamos, tengo tiempo libre que puedo dedicarte a ti. Las ganancias siempre serían para ambos y dobles. » Firmó CM en letra cursiva.
Les cuento que logró desconcertarme y calentarme sin aún verlo. Este tipo de detalles a cualquier mujer le fascina. Antes de pasar al comedor, decidí pedirle a la chica que me indicara donde estaba el baño. Retoqué mi maquillaje, revisé que todo estuviese en su sitio y dejé resbalar las tangas que llevaba al fondo de mi cartera. Mi vestido negro con bordes blancos contrastaba con mi cabello largo, que sinceramente es mi gancho. Buen maquillaje, mi cuerpo cuidadito, sin ni un gramo de más y bronceada atrapaba a cualquiera. Lo sé.
Así que me encaminé al encuentro. Batiendo mis curvas lo más que pude, sin perder estilo, que se viera elegante. Al entrar sentí varias miradas en mi. Me acerque al anfitrión preguntando por mi acompañante. De manera cortés me llevo a la mesa. Mi galán perfectamente vestido, traje negro, camisa blanca, corbata azul claro se levanto apenas me vio abriendo la silla para mi. Todo un caballero, por este tipo de cosas es que no soy una puta barata, me gustan los lujos.
Buen provecho
Fue una velada amena, conversamos de todo un poco. Él estaba un poco incómodo. Para hacer que estuviese más tranquilo, lo acaricié lentamente con mi pie debajo de la mesa, me le acerque al oído susurrando: tranquilo cariño no muerdo ¿es tu primera vez?
– La verdad, sí es mi primera vez.- respondió a mitad de una sonrisa nerviosa. – Nunca he tenido necesidad de esto, pero me han comentado mucho de ti y quería conocerte. No quise quedarme por fuera de tu mercado.
Sonreí y lo bese muy suave en los labios. Inmediato sentí que se removía en la silla y percibí como su amigo estaba erguido por completo bajo su pantalón. Le respiré cerquita en el cuello, subí a su oído y susurré – si quieres acepto tu oferta de negocio y continuamos la comida en otro lado. Total, ya reservaste la suite ¿cierto?
Nuevas reglas
De repente sentí que el juego cambio. Aquel hombre musculoso y aparentemente cohibido, me agarro fuerte por la cintura y me besó fuerte los labios. -Perfecto – dijo esbozando una insinuante sonrisa- trato cerrado. Llamó al mesero y pidió que el almuerzo lo subieran a la habitación.
Quedé como sumergida en un sueño. Yo que presumía de ostentar siempre el poder, aquel hombre me acaba de controlar y cambiar mi jugada. Se levantó y me dio la mano para que lo acompañara. – Eres mía por 24 horas – dijo- quiero que juguemos a mi modo.
Iba caminando casi a rastras, un poco desconcertada. – Primero vamos al sauna – anunció.
-No tengo traje de baño- refuté.
-Lo sé, yo te compré uno. – Hablaba con una seguridad que me congelaba la sangre. – Por tu descripción adiviné tus medidas.
Acción
Entramos al vestidor y yo pensé que él se iba a cambiar en el de hombres, pero entró conmigo en el de mujeres. Me dijo que él tenía todo reservado para nosotros, que más nadie podía entrar, a menos que quisiera unirse a la fiesta.
Me volteó brusco hacia él, sentí su miembro duro en mi trasero, sus manos pasaron por mis pechos hasta la espalda donde me abrió el cierre hasta abajo. El vestido cayó a mis pies y yo quedé sin nada. Sonrió al descubrirme desnuda. Me besó el cuello y los senos con sutileza.
Se paró frente a mi abriendo los brazos invitándome a que lo dejara como dios lo había traído al mundo. Le desamarré la corbata, mientras le besaba el cuello. Desabroché uno a uno los botones de tu camisa, al ver su pecho lo bese por todos lados, mordí levemente sus tetillas y me volví a parar frente a él.
Desabroché la correa y abrí el pantalón sin tanto protocolo. Yo quería hacerlo allí, en ese momento. Estaba caliente y lo necesitaba dentro de mí. Pero cuando fui bajando para hacerle sexo oral y terminar de quitarle el pantalón dijo – esta tarde eres mía no se te olvide. No haces lo que tú quieras o desees, solo lo que yo diga ¿entendiste?
¡Oh, dios!
Me quede atónita viéndolo. Como no respondí inmediato, me dio una bofetada mientras volvía a repetir la orden. – De acuerdo – fue lo único que atiné a decir. Sabía que aquel era uno de los riesgos de mi profesión, de ser puta. Nunca me había pasado nada similar. Nunca nadie había osado a ponerme una mano encima. Intenté convencerme de que no me pasaría nada malo. Aquel era solo un tipo al que le gustaba jugar rudo.
Me levante frente a él y espere la siguiente instrucción. Se terminó de quitar los zapatos, el pantalón y el bóxer hasta quedar desnudo frente a mí. Yo seguía en tacones. No me atrevía a quitármelos. Me sentía confusa. No era capaz de hacer ningún movimiento sin que él lo autorizara.
-Me gustas. Eres toda una muñeca – dijo mientras se sentaba a contemplarme de arriba a abajo.- Pero esta tarde es para que entiendas que esta es la primera de muchas y que de ahora en adelante serás solo mía. Yo por eso pago lo que sea, no puedes acostarte con nadie más. Claro, a menos que yo te lo ordene. ¿Te quedó claro?
Continuará…
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