A veces en la vida, una definitivamente no se haya. No encuentras quien eres ni como hacerte de un espacio en la sociedad. Una siente que estuvo equivocada desde el comienzo, que nunca tuvo un lugar en este mundo, donde todo lo juzga o lo menosprecia. Al menos así me siento.
En solitario fue siempre mi infancia, sin nadie que sencillamente se diera la tarea de entenderme. Hasta mi hermano me trataba con odio. Cada vez que podía lanzaba una puerta, dejándome del otro lado con lágrimas en los ojos anhelando su compañía. Solo quería que fuese mi hermano y su amistad.
Buscando el amor
Como quisiera alguna vez encontrar una historia de amor que me haga olvidar todo lo que por tantos años fue mi soundtrack: “Eres un error”. Todos los días me levanto esperando que sea distinto. Escojo mi mejor ropa, me arreglo y salgo a exponerme a la vida. Hoy por ejemplo, salí con el mejor impulso hasta que en el metro sentí un agarrón, sentí que la mano casi que la tenía dentro de mi ropa.
Quienes y con qué derecho se creen los demás de traspasar los límites del respeto. Yo quiero un amor limpio, bonito o al menos si me tocan que sea porque quiero y no porque alguien me lo imponga. Creen que porque me encanta lucir bien y llena de colores, les doy el permiso a meterme manos cuando quieran. Pero eso no es así.
Todas las tardes suelo caminar por el mismo parque. Disfruto un rico helado, esperando ese amor distante que estoy segura espera por mí, en algún lugar. Hoy toca mi rutina nuevamente, día tras día, lograr subirme al metro, llegar al trabajo, hacer mis labores, salir al final del turno y esperar que venga por mí ese amor que tanto sueño.
¿Llegó el tren?
Una tarde calurosa estoy en el andén leyendo un libro mientras espero el tren. Hasta que siento una mirada sobre mi que me sobresalta. Cuando alzo los ojos, él mira concentrado el título de lo que leo. Cuando detalla que me percato de su mirada insistente, me pide permiso muy caballeroso y se despide caminando apresurado hacia una hermosa chica que lo llama y le brinca a los brazos. Suspiro y los veo anhelante de eso que ellos tienen, amor. Solo quiero un pedacito de esa pasión, un pedacito.
Total que llega el tren, subo y decido continuar con la lectura para abstraerme de ese entorno que todos los días me lastima. Por poco, por distraída pierdo la parada, corrí a la puerta. Recibí un pequeño regaño del encargado y bajé apresurada. Al final me hace un gesto de adiós como resignado que siempre alguien baja con retraso del tren.
Al día siguiente, cuando vuelvo al andén noto que está el mismo chico guapo que revisaba la portada de mi libro el día anterior. Mayor sorpresa me llevé que me saluda y me enseña su nuevo libro. Sonreí, creo que hasta me sonrojé y lo saludé igual.
De la misma manera que el día anterior, se va apresurado al ver que la chica lo viene a buscar. Solo que esta vez voltea despedirse de mí y me guiña el ojo.
¡Wao! No puedo creerlo, me guiñó un ojo. Me notó, sabe que existo. Y además, compró el libro por mi ¡Bahh! No puedo creer que haya sido por mi.
¿Hasta cuándo?
Así transcurrieron los días, tanto que yo me apresuraba a llegar al andén para poder verlo bajar del tren e intercambiar miradas antes que la chica linda que venía a buscarlo me lo arrebatara. Además me ve a mi, sabe quién soy. Yo no le he mentido ni me he ocultado tras alguien más.
En esta dulce espera estuve tan solo un par de días más, porque ya luego lo dejé de ver por casi una semana. Había perdido las esperanzas de verlo otra vez. Miraba al horizonte aferrada al libro que había terminado de leer hace más de dos meses, pero no me importaba porque él lo estaba leyendo.
Ya no más
No sé ni por qué ni de dónde me nace llorar como si hubiese perdido un gran amor. Lloraba y abrazaba con todas mis fuerzas el libro a mi pecho. No sé por cuánto tiempo lloré, pero lo hice por el suficiente. Me prometí dejar esa insistencia mía en sufrir por sufrir. Sequé mis lágrimas, me levanté con impulso, me dirigí al basurero más cercano, me despedí de mi sueño, besé el libro y lo lance a la basura. Por esta vez no me iba a subir al tren, iba por un trago que tantas veces yo me había negado, por querer un amor puro y no uno casual, pero he decidido darme la oportunidad y punto.
Justo cuando voy saliendo de la estación, siento dos fuertes brazos que me agarran, me voltea hacia él, sujeta mi rostro con sus manos y me pide perdón. ¡Waoo! No lo puedo creer. Eres tú, volviste. Pensé que no te vería de nuevo.
Solo tapa mis labios con un dedo y ahí sin pena ninguna, me besa apasionadamente, con tanto ímpetu que olvidó al instante por qué estaba llorando.
No salgo de mi asombro. Me abraza y me dice que lo siente. Que no entendía qué significaba para él verme todos los días hasta que terminó el libro y no me vio más.
-Tú me gustas y yo sé que yo a ti. Por favor, ¿me das una oportunidad? Dame una noche, una mañana y una vida para demostrarte que me importas.
Me besó con tanta furia que pensé en desnudarnos ahí mismo. Sonreímos y corrimos por todas las calles hasta su casa. Que sorpresa cuando llegamos, es una quinta hermosísima y grande. El mayordomo cuando nos vio trago saliva, fue a decirle algo y él lo cortó diciendo que no le importa lo que los demás piensen.
Mi primera vez…
Esa noche fue mi primera vez con un hombre hermoso, musculoso, grande, con una polla gigante que me mamé todo lo que pude. Con furia, con deseo con lujuria. Él me arrancó el traje, me bajo los interiores, me puso contra la pared y me penetro tan duro. Pensé que no resistiría, pero no por el dolor sino por el placer de sentirme suyo y el mío. Jugamos toda la noche, yo con esa verga gigante que me encanta y él con la mía en su boca, cuantas veces quiso acabó dentro de mi. Me mordió, me cogió duro, yo me dejé todo lo que él quiso.
Ya cuando vi salir el sol por la ventana, vi la mitad de su rostro totalmente dormido sobre la cama, su gran equipo, su abdomen perfecto, el chocolate, el champagne y no me dio la gana de resistirme a mis deseos.
Lo fui besando desde los pies, los muslos, sus bolas. Lamí todos y cada uno de sus cuadritos. Me lo disfrute de arriba a abajo, cuando sentí que ya estaba activo y bien despierto suplicando que siguiera.
-Ahora me toca cogerte a ti. Voltéate bebé, que ahora eres mío-. Lo amarré con la sábana sutilmente, para que las sábanas quedarán sueltas y yo pudiera moverlo a mi antojo, hasta ponerlo en cuatro cuando se me antojara, cada mano a una punta de la cama y los pies de igual forma. Todo mientras lo besaba por todos lados. Él tenía ya la polla bien parada, me la mame y me llene de su néctar.
De lo que me estaba perdiendo
Cómo jamás había estado con un hombre, no lo entiendo. Es la sensación más divina de la vida. Después que gritó al acabar en mi boca, me limpie delicadamente con la misma sábana, lo puse en cuatro y le metí mi polla hasta el fondo, tantas veces como pude. Mientras más gritaba, más me excitaba y más dura se me ponía. Me suplicó que no me lo dejara de coger. Cuando sentí que ya iba a acabar, le susurré al oído que no me olvidara, porque yo jamás me olvidaría de él.
Después de pasar esta noche loca, los dos dormimos, él amarrado y yo acurrucado a su lado. Nuestra primera vez juntos. Al despertarme me dí cuenta que ya estaba oscureciendo. Me lo volví a coger, lo desperté con mi polla dentro de él, en lo más profundo. Me lo cogí tantas veces como pude, hasta que decidí soltarlo. Él me beso, me apretó contra su pecho caliente y me dijo: yo sé quién soy, tú ya sabes quien eres. Yo te quiero junto a mi, cogerte cuando quiera y que seas mi hombre, mi macho, mi amor.
En el cielo
Pasamos en este juego, cogiendo por toda la casa, delante de quien nos quisiera ver, delante de los sirvientes que corrían espantados cuando nos veían venir. Cogimos en la piscina, en la cocina.
Cuando el sueño se acabó al transcurrir los días y reaccionar que seguro ya había perdido mi trabajo y todo, me bañé fui sigiloso, ya con la satisfacción de sentirme querido y deseado por alguien. Le dejé una pequeña nota que decía: volveré por más.
Pero me tardé en volver
Pasaron un par de años antes de enfrentarme a mi realidad. De aceptar lo que mi alma gritaba: me gustan los hombres. Pero cuando decidí buscarlo ya no lo encontré. La casa estaba cerrada y me enteré que su papá quemó prácticamente todo aborrecido que su hijo fuese gay.
Seguí con mi vida aburrida, monótona y rutinaria, aparentando lo que no soy, hasta que no pude más con el dolor de la nostalgia de una gran pasión, de un amor. Ese hombre había logrado moverme el piso y aceptarme sin importar nada más. No sé porque el miedo me impidió buscarlo antes.
Y volví al andén
Decidí día tras día volver al único sitio en común que permitió nuestro encuentro. Quizás algún día él lo entendería, que me equivoque y que siempre lo esperaré. Una de esas tantas tardes, caminaba por el andén y lo vi a la distancia, sentado en aquella banca de aquella vieja estación de metro donde antes, hace tan poco tiempo, yo lo esperaba.
He vuelto constantemente solo por lo mucho que lo extrañaba, su aroma, su cuerpo, su audacia. Mientras desvariaba, pensé que era otro de esos tantos sueños despierto, donde lo veo esperarme, cuando de repente reacciono, no podía creerlo, si era él, ahí sentado leyendo un viejo libro, que cuando atinó a reconocer la portada, veo que es nuestro libro.
No camino sino corro a su encuentro, deteniéndome de golpe, cuando vuelve a aparecer la figura de aquella mujer misteriosa, que solía esperarlo en el andén y por la que nunca pregunté.
¿Por qué?
Me frené tan de golpe, que todos mis sentimientos se agolparon en mi pecho. Decidí en el acto no seguir sufriendo por alguien que seguro me había olvidado. Fuí solo una aventura no más. Me di media vuelta para irme, cuando el viento me trajo a los oídos sus palabras: linda hermanita llegaste, me has hecho mucha falta.
Sentí una mezcla de sentimientos tan intensas que no supe como reaccionar, corrieron lágrimas por mi mejillas al darme cuenta lo estúpido que he sido. Celoso, de que?
Él percibe mi presencia y al voltear a verme, nuestras miradas se cruzaron. Yo me quede como la primera vez: paralizado. Él corre a mi, me sostiene el rostro y me dice: volviste amor. Nunca he dejado de buscarte.
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