Estaba resignado. Pasaría una semana santa solo y triste. Condenado a trabajar en el periódico redactando notas de interés turístico. Con mi novia escapada con una amiga a Cancún y con todos los Piratas del Caribe navegando a su alrededor para ligársela. No había mucho por hacer. Serían cuatro días de mucho sexo. Pero no para mí. (O eso es lo que yo pensaba).
Un colega de la redacción me sugirió que, como estaría unos días de soltero, aprovechara y saliera de pesca a unas Apps de citas. “Haz que las cosas pasen”, me dijo. Y vaya que sí pasaron. De hecho, pasó de todo.
La abogada
No tuve que esperar mucho tiempo para conseguir un ligue. Intercambio de “holas” y oh, “tienes un crush”.
– ¿Cómo estás?
– Bien, y tú.
– Muy bien, gracias.
– Oye, sí que estás guapo
– ¿Qué buscas en las Apps de citas?
– Pues, si te soy honesto: mucho sexo
– ¡Qué bien! Yo también
Dos horas más tarde me estacionaba en un discreto motel del sur de la ciudad que no conocía, pero que mi crush sí. Ella era de piel morena muy oscura y brillante. 1.80 metros de alto. Esbelta, con grandes (muy grandes) senos y unos glúteos majestuosos y perfectamente formados. ¡Qué culo!
La verdad no me tuve que esforzar mucho. Apenas entramos a la habitación, ella tomó el control. “Yo soy la ley”. Ante aquella morenaza imponente, lo único que alcancé a decir fue: “haz de mí lo que quieras”. Y vaya que sí lo hizo.
Apenas cerró la puerta me empujó contra una pared. Me desabotonó la camisa y el pantalón, mientras me besaba con violencia. Su lengua (¡qué lengua!) exploraba a placer todos los confines de mi boca.
Sin despegar los labios de mi cuerpo, fue bajando por mi nuca, se entretuvo un rato en el pecho, me mordió con fuerza ambos pezones, luego se detuvo unos instantes en el abdomen, hasta que llegó a mi polla. (¿En qué momento me había quitado los pantalones?)
Ha sido la mejor mamada en la vida. Al principio, suave y delicada. Su gran lengua (ya les había dicho que era sensacional su lengua) se limitaba a acariciar la punta descubierta de mi erecto pene. Luego los recorridos empezaron a hacerse más largos, hasta llegar a la base, a las bolas.
Ya no era delicada, era brusca. Sus labios succionaban a placer, mientras que sus dientes empezaron a hacerse sentir. Ya no podía aguantar, las venas de mi vasto miembro parecía que iban a reventar. Todo yo iba a reventar.
– Todavía no – me ordenó.
Sí, ella era a ley…
Pero no pude aguantarme y acabé. Eso le molestó mucho. Se levantó y me abofeteó. Luego me beso con rabia, traspasando todo el esperma que yo había derramado dentro de su boca a la mía. Esto me desconcertó un poco. Era una situación realmente incómoda.
– Esto para que más nunca acabes en la boca de nadie… a menos que te lo pida
Me agarró por el pene y me llevó a rastras hasta la cama de la habitación. Me lanzó sobre el colchón y se sentó sobre mí.
– Tienes cinco minutos para que tu amigo se recupere. Sino, te caerá la ley
¿Con qué loca me había metido? Desde la posición en la que estaba podía contemplar sus maravillosos senos, coronados con unos prominentes pezones negro azabache. Grandes, erectos.
– ¿Quiéres? – me preguntó, sosteniéndolos uno en cada mano. Evidentemente orgullosa de sus lolas.
Mi turno
No me dio tiempo de responder. Cuando reaccioné, sus pechos estaban sobre mi cara. Yo mordía, besaba, lamía sin consideración. Ella se movía de un lado a otro para que yo llenara con mi saliva ambos lados. Consideré que ya era tiempo de tomar el control. Me impulsé para quedar yo encima de ella y seguí comiéndome sus senos largo rato. Su cuerpo se contorsionaba bajo el mío. Empezó a gemir cada vez más alto. Le gustaba.
Sin escalas bajé hasta su sexo e introduje mi lengua dentro. La textura de sus paredes era muy delicada. ¡Qué sabor! Ahora sí gritaba. Pedía más.
Métemela, ya
Sí, ella era a ley. Ella mandaba. Sus deseos eran órdenes. Se la metí hasta el fondo. Sin atenuantes, sin vergüenza. “Sí, sí, sí…” No dejaba de gritar.
Mi dominio efímero se diluyó en ese instante. Con una facilidad pasmosa me lanzó sobre la cama, quedando otra vez encima. Con mi polla dentro, danzaba alegremente, meneando salvajemente sus caderas de un lado a otro. Dolía, por un momento llegué a creer que me la iba a arrancar.
De nuevo no fue mucho lo que puede aguantar. Ella me lanzó una mirada condescendiente y se levantó.
– Me voy a bañar – dijo.- Pero no me sigas. No te lo mereces.
Nunca me había sentido tan derrotado. No me quedaría con esa. Buscaría la revancha. Pero para completar mi ridículo, me quedé dormido. Cuando me desperté, se había ido. (Ya sé lo que están pensando: no me robó nada).
Apps de citas, Día 2
Después de tomar una ducha, considerando que tenía la habitación rentada hasta la mañana siguiente y que mi novia estaba a miles de kilómetros de distancia, decidí salir de pesca otra vez en las apps de citas. En una de ellas, tenía mensajes de varios hombres. (Había marcado que estaba interesado en hombres accidentalmente. ¿De verdad fue un accidente?).
Siempre había sentido curiosidad de probar con un hombre. Quería saber que se sentía… mamar, ser penetrado. (Alguna vez, llenando una encuesta de una revista, me definí a mí mismo como “heterocurioso”).
Pero, ¿estaba preparado para dar el paso? Se los cuento después…
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