El Portero – Relato Erótico
Esteban tenía todo lo que podía desear uno en la vida. Tenía una mujer preciosa, y una par de churumbeles de 2 y 4 años. Esteban trabajaba de conserje en un edificio del centro de la ciudad. En aquel inmueble vivían las familias más pudientes de la ciudad. Era una finca enorme y el portero se sentía muy querido y apreciado en su trabajo. Vivían en la casa del portero que estaba en el ático del edificio.
Su rutina diaria era siempre la misma. Se despertaba sobre las 6 de la mañana, y retozaba en la cama con su mujer. Se despertaba siempre con una empalmada fuerte y siempre tenía ganas de clavársela. Evidentemente su mujer, Teresa, no le hacía mucha gracia que todos los días la despertaran con la polla en la boca. Pero, aún así, Esteban bajaba a trabajar todos los días con el depósito vacío.
Limpieza de portal y sorpresa
A diario lo primero que hacía era limpiar el portal. Ya bajaba con el buzo azul puesto de casa. Lo primero era una barrida general y luego pasaba a los cristales. Mientras limpiaba los vecinos iban bajando y saludando a Esteban. Sobre las 11 de la mañana llegaba el cartero a entregarle la correspondencia del vecindario.
El cartero era un tipo delgado, más bien fibrado. Se notaba que hacía deporte y estaba en forma. Lucía siempre unos pantalones ajustados que hacían que su paquete sobresaliera de manera importante. A la vez que el cartero le entregaba las cartas a Esteban, apareció un mensajero con un enorme paquete. El portero se quedó parado.
Atracción sexual hacia otro hombre
Esteban no había sentido nunca nada igual a lo que sintió al ver entrar al mensajero al portal para hacerle entrega del paquete para un vecino. Los ojos de Esteban recorrian el cuerpo del mensajero de arriba a abajo, y los ojos del mensajero, también hicieron hincapié en el cuerpazo de Esteban. Y mientras tanto, el cartero en medio. Aunque las miradas fueron muy discretas, el cartero se coscó de todo.
– Traigo este paquete para el Señor Terranova.- dijo el mensajero.
– ok, ok, dígame donde tengo que firmar.- le contesto Esteban.
Mientras tanto el cartero se despidió.
– Adiós Esteban, hasta mañana.
Esteban contestó sin demasiado afán. El mensajero le dio la hoja a firmar mientras Esteban no apartaba la mirada de aquel hombre.
– ¿Tiene usted un lavabo aquí?, me estoy meando hace una hora.- le preguntó el mensajero.
– Sí. Claro. Sígueme.- respondió Esteban.
Esteban le guió hasta su baño privado en la entreplanta. Al lado del cuarto de contadores.
La mujer de Esteban
Teresa era un portento de mujer. Unos pechos enormes apuntando hacia delante le conferían un aspecto firme y seguro. Un culo redondo y duro en el que todos los hombres, y alguna mujer también se paraban a mirar. El marido estaba orgulloso de su mujer.
El ascensor se abrió y apareció Teresa. Comenzó a buscar a Esteban, y lo encontró en la puerta del baño.
– ¿Que haces ahí cariño?.- le preguntó ella.
– Ha venido un mensajero y me ha pedido que le dejara entrar a mear.- contestó Esteban.
No había terminado de decir la frase y salió el mensajero abrochandose la cremallera.
– Muchas gracias. Me estaba meando hace más de una hora.- dijo el mensajero.
El deseo oculto de Esteban
Esteban cogió la mano de su mujer, y la apretó suavemente. Sus hormonas estaban disparadas, y sentía la necesidad de tocar a aquel hombre, pero no sabía como. Así que Esteban hizo lo más fácil. Le dió un beso de tornillo a su mujer enfrente del mensajero.
– Perdón, no quiero interrumpir.- dijo este.
– No interrumpes, queremos que te unas a nosotros.- contestó Esteban.
Teresa se quedo con la boca abierta.
– Si mi mujer quiere, claro.- se apresuro a decir Esteban de nuevo con un guiño hacia Teresa.
La idea no le disgustó a Teresa, y en décimas de segundo decidió que hacía mucho tiempo que no chupaba nada distinto a la polla de Esteban. Alargó el brazo y cogió la mano del mensajero acercándolo hacia ellos. Los tres se fundieron en un largo beso delante de la puerta del baño.
…CONTINUARÁ…
El portero – Relato Erótico.
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