Primero vamos a definir qué es la monogamia. Desde el concepto de escuela por la que todos pasamos, el sueño de Susanita. “En el mundo animal se refiere a la relación sexual exclusiva durante el tiempo de reproducción y crianza”. Para los seres humanos es otra cosa un poquito más allá. “La monogamia en este particular, es un modelo de relación sexo-afectiva, basada en un ideal de exclusividad sexual por tiempo indefinido entre dos personas por un vínculo sancionado por el matrimonio”.
Es decir, en esta definición también hay que incorporar lo que la sociedad y las supuestas ‘buenas costumbres’ dictan. Claro, siempre desde el machismo. A mi parecer, es mi humilde opinión, la monogamia pone tantas restricciones que es hasta fastidiosa. Para amar a alguien, no hace falta ponerse tantas limitaciones.
Si eres hombre ¡Bien! ¿Las mujeres qué?
Eso sí, si eres mujer como es mi caso. Si de casualidad se te ocurre fijarte en alguien más a parte de tu pareja, porque te llamó la atención, te gusto físicamente. O porque algo en su forma de ser te agrada, te catalogan de ‘mujerzuela’, entre otra sarta de términos soeces. Dígame si abiertamente mantienes una relación con dos hombres.
Bueno, en este caso prostituta es lo de menos. Pero si eres hombre, ahí te dicen ¡oye que bien, tío! Con apretones de manos, «agarren a sus gallinas que tengo mi gallo suelto». Justificativos como: «un hombre tiene necesidades». (Como que si nosotras no tenemos las nuestras). Es decir, se pueden follar a quien quieran, como quieran y recibirán ovaciones de parte de sus congéneres (y de algunas damas también).
La monogamia ¿sí o no?
Ahora bien, volviendo al término monogamia, pienso que no debe ser una imposición. Porque cuando se ama realmente a alguien, se viven tantas experiencias en conjunto, que poco a poco crecen como pareja. Dejándose de lado la imposición moral, social o lo que sea, para darle paso a una relación ‘real’.
Pero ya va, no me malentiendan. El sexo casual es rico. Sin ataduras, novedoso y que pueda generarte algún tipo de satisfacción. Sin embargo, en algunos momentos de tu relación, pasa a importar más lo que siente el otro. Es decir, nuestra pareja.
Fíjense, sin ser para nada moralista, pero cuando hay tres o cuatro en el medio de una relación, siempre uno de esos tantos conejos se queman, porque alguien involucra más el alma que otros.
Si lo que se desea es experimentar, rico, bienvenido sea, pero no se engañen. No han conocido aún a su pareja ideal. Porque cuando la conocen, no les hará falta acostarse con cualquiera para satisfacer las ganas. Solo le hará falta estar con esa persona. Porque se pasa de simplemente ‘coger’ a ‘hacer el amor‘. (Sí, ya sé. Cursi, ¿no?)
Viene el goce y el disfrute de explorar con esa persona. Cuyo aliento, sonrisa, calor y ganas deseamos compartir. Reír juntos, amanecer juntos, pasar la noche y ahí señores ya estamos en la llamada “monogamia” (y ni siquiera nos damos cuenta).
Sin ataduras
La monogamia, como costumbre, no es más que un convencionalismo social, en el cual yo particularmente no creo. Pienso que la vida fluye y te da la oportunidad de tomar tus propias decisiones sin caer en el que dirán. Sino más en vivir lo que quiero, porque quiero y punto. Porque aquí viene la otra mirada, para aquellos por ejemplo que sí creen seriamente en relaciones polígamas, ven como un tabú o no sé si más bien, como una restricción el hecho de ser monógamo.
El matrimonio en cambio, es a ciencia cierta según el convencionalismo religioso, la confirmación a través de un ritual sagrado de la monogamia. Claro, dirán ustedes, pero muchos ‘no le paran a esto’ y se la pasan montando cuernos.
En este punto y para cerrar este breve desvarío, díganme que no es mejor creer como yo en la fidelidad a un sentimiento, a un amor, a un momento, una vida en conjunto más que a un cuerpo. Yo amo sin condiciones ni restricciones y para eso jamás me ha hecho falta, un papel o un gran letrero al cuello, solo él y yo.
POSDATA: Todo lo anterior no quiere decir que se si me da la oportunidad, con un caballero que esté… ustedes saben, yo la voy a desaprovechar. Las cosas buenas dela vida no se pueden dejar pasar. Solo hay que estar claras. Y cuidarse, por supuesto.
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