El revisor
….Habían pasado ya un par de meses y Aitor no conseguía localizar a Raúl de ninguna manera. Había hecho pedidos y no era el repartidor el que él esperaba. Aitor no aceptaba no volver poder reencontrarse con Raúl. Le había gustado tener sexo tanto con él que aquello le sobrepasaba. No había tenido nunca tanto morbo ni vicio follando. Él era un hombre de montaña, no había follado mas que a putas de peras al cuarto, y como un hombre le había mamado el cipote no lo había conseguido hacer ninguna de ellas.
Empezó a obsesionarse un poco con la idea de no poder volver a verle. No poder volver a follarle aquella boca tan tragona y muy a sopesar encular aquellos glúteos prietos y redondos que tenía Raúl.
Cuando los ciclos de la naturaleza le vencía, iba buscando desahogos donde ya no encontraba. Paraba en áreas de descanso, frecuentaba baños públicos de donde alguna vez que otra había notado como los compañeros de urinario, desviaban la mirada buscando la verga de Aitor.
Había frecuentado sex-shop donde había leído en alguna revista que existían salas donde se practicaba sexo…, saunas…, todo aquello lo había recorrido Aitor en busca de su preciado Raúl, pero sin resultado alguno. Siempre salía decepcionado y cabizbajo sintiendo la añoranza y el vacío. Era como si se lo hubiese tragado la tierra, ya que por prudencia nunca pregunto en el negocio por él.
En una de esas revista que ojeaba, le llamaba la atención el mundo que existía del cual él desconocía tanto. Leyó que en verano había una gran concentración en el sur en el mes de agosto. Concretamente en Torremolinos. Y como andaba desesperado en dar con su obsesión, decidió tomarse unas vacaciones.
Vacaciones en Torremolinos
Era a finales de julio cuando decidió Aitor tomar rumbo a Andalucía. Había leído que un hotel estaba recién abierto y su clientela estaba enfocada al mundo gay. Aitor pensó que no sería mala idea hacer una reserva y seguir abriéndose campo en tal vicioso mundo descubierto. Así pues, con bastante antelación y debido a una anulación de ultima hora de una reserva, el hotel Ritual se puso en contacto con Aitor para confirmar la reserva.
Hacía mucho tiempo que Aitor no había salido del país vasco. Prácticamente era su primera vez, y mas a un mundo tan desconocido por él. Hizo una reserva en tren, ya que el avión por el momento lo había descartado. Cogió su equipaje y tiró rumbo a Bilbao-Abando.
No había escatimado en gasto y reservo una plaza individual en preferente. Desconocido este mundo para él, tuvo que pedir ayuda para saber dónde ubicarse. Se dirigió a una de las azafatas la cual le dejaron en el lugar donde haría la travesía.
Aitor llevaba un pantalón corto, que dejaban ver unas piernas muy velludas, así como la camisa de manga corta, que también el vello le llegaba hasta el dorso de las manos y dedos. Se acomodó y al cabo de una media hora de ponerse el tren en marcha empezó el protocolo de las azafatas.
Aparece el revisor
A la hora de camino aproximadamente se abrió la puerta del coche en el que él viajaba. Aitor ocupaba el penúltimo asiento del mismo y ante él se presentó el revisor pidiendo el billete de tren. Aitor le dio un vuelco el corazón. Aquel tipo tenía mucha sintonía con Raúl, y el aspecto que le daba el traje le daba mucho morbo a Aitor.
El revisor se paró ante él y comprobó el billete. Aitor tenía a la altura de sus ojos el paquete del revisor, podía ver como aún la bragueta estaba sin terminar de cerrar. Eso le excitó y no pudo contener como se le ponía duro el miembro. Miró a la cara del revisor y éste aún comprobaba el billete.
A Aitor se le seco la boca de repente, fue a tomar un trago de agua de la botella que llevaba y en el movimiento del brazo para inclinarla, rozo con el codo inconscientemente el paquete del revisor.
-Disculpe, ha sido sin querer.
-No se preocupe, con estos traqueteos del tren, es normal que sucedan estas cosas.
Aitor se desabotonó por el calor que le entró la camisa y observó como el revisor por encima del billete le miraba con lividez. Entregó su billete al cliente y marchó.
Qué situación más morbosa le había producido aquello. Se quedó un buen rato reflexionando en todo y se relajó.
Una hora después de lo sucedido, se levantó en busca de la cafetería y anduvo coche tras coche hasta llegar a ella. Todo aquello le parecía increíble. Tomó café y observó como el revisor pasaba nuevamente hacia cola que era donde él llevaba su asiento. Observó a las personas que allí habían, ejecutivos…, veraneantes…, el camarero…, el olor a bocadillos calientes…, hasta que decidió marchar a su asiento.
Pensando en Raúl
En el penúltimo coche, en el pasillo del office se volvió a cruzar con el revisor. El pasillo era estrecho y el roce fue inevitable. Aitor no supo interpretar si era su obsesión con Raúl o le había parecido sentir que el revisor también se apretó contra él en el momento del roce. Se dirigió hacia su asiento y se acomodó.
Habían salido de Tudela en Navarra cuando nuevamente apareció el revisor. Se dirigía hacia él, pero Aitor pensó que iría a la cabina de cola. Con el codo sobresalido del reposabrazos, el revisor se rozó contra él. Aitor ya no controlaba la excitación que todo aquello le producía. Entró y dejó la puerta entreabierta.
Aitor no podía contenerse, así que sin vacilar, giro la cabeza y vio como el revisor le hacía señas. Se levantó de su asiento y tras entrar, cerro la puerta.
Tengo una hora aproximadamente hasta que lleguemos a Zaragoza-Delicias. Aitor sin decir ni media, ya tenía la camisa desabrochada y la verga le sobresalía de los calzones de la excitación que le producía aquello. Le agarró el paquete al revisor y mientras le morreaba notaba como sus propios pezones se endurecían.
Aquél tipo, era un vivo reflejo de Raúl, pero no besaba tan bien ni se encontraba tan cómodo, pero la situación y el morbo le superaba.
El revisor, al contemplar aquél pecho empezó a comerse los pezones de Aitor, el traqueteo del tren no dejaba hacerlo como quería y los movimientos involuntarios eran inevitables… así que directamente se agachó al cipote de Aitor, y aprovechando dichos traqueteos, se tragó de golpe el pollón.
En sintonía con el traqueteo del tren
Mientras tragaba polla, Aitor se estimulaba los pezones, seguía pensando en su Raúl, en que mientras más tardaba en encontrarle, más le deseaba. El revisor mientras tanto no dejaba de tragar y acariciar aquellos muslos tan velludos que tenía ante él. Se abrió como pudo la bragueta y se sacó también su polla en un estado descomunal de dureza y excitación.
El revisor parecía que hubiese hecho presa con la boca en la verga de Aitor, y éste consiguió desprenderle la boca, le subió y le terminó de bajar los pantalones. Junto a los impulsos incontrolados del movimiento de cola, Aitor, le salivó el ano y tumbó sobre los mandos al revisor.
Tenía ganas de clavarle la polla al revisor, quería castigarle pensando en Raúl. Con su chico, él no disponía de carreras y andar a hurtadillas. Con su chico el vicio era más relajado y notaba que se entregaba más. Aquello era lo que era y no disponía de mucho tiempo.
No quería tener un gatillazo por la situación de ser descubiertos y sin contemplaciones penetró al revisor. Éste gritó, sabía que no había mucho control por el movimiento, pero nunca le había clavado una verga de estas dimensiones. Aitor culeaba, iba buscando el punto donde poder llenarle el culo de leche al revisor, y éste mientras se la sacudía como si fuese su única oportunidad.
Ambos estaban en sintonía junto al traqueteo del tren. El conductor dejó un largo y extendido silbato posiblemente por saludar a otro tren o por advertir de la velocidad de la marcha, en cualquier caso Aitor todo aquello cada vez le gustaba más. El revisor aprovechó para gritar de placer, sentir como lo estaban follando como jamás le habían follado y menos en su puesto de trabajo.
Llegada a Málaga
Aquel cipote hacía maravillas y delicias en su culo. Ayudó mucho a no poder controlar la corrida el meneo de por sí que ambos llevaban involuntario. Gritaban al unísono, y parecía que el conductor sabía que ocurría y con el silbato amortiguaba los gritos de ambos. La corrida fue muy placentera, para el revisor espectacular, a Aitor le faltó algo en todo ello. No podía dejar de buscar a Raúl. Le necesitaba.
Con discreción ambos ya habían salido de todo aquello con airosidad. Nadie les había visto. Bueno, eso creían. El conductor del tren, llevaba la cámara encendida de la cabina donde había sucedido todo.
A las diez y media de la noche Aitor se encontraba en la estación de María Zambrano, dirección cercanías a Torremolinos.
Aitor había llegado a Málaga.
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Muchas gracias. Ya pensaba que no habría continuación, ha sido una agradable sorpresa. No es tan morboso como el anterior pero está muy buen. Es pero con ganas el siguiente.
Cuanto tiempo sin leer a «Magnuson», como siempre ha sido un placer.